Hace poco más de una semana, saltó a la palestra una noticia propia de un diario satírico: 31 trenes encargados por Renfe para las vías de ancho métrico de Asturias y Cantabria no cabían por algunos túneles del recorrido. «Espero que rueden cabezas», se apresuró a decir el icónico presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla. Para sorpresa de muchos de nosotros, esas dimisiones, extrañas en la política española, han llegado, tras los ceses del presidente de Renfe y la número dos de Fomento, la secretaria de Estado de Transportes.
Lo llamativo de esta cuestión, bajo mi punto de vista, es que parece que nadie ha puesto el foco en quizás el fallo está en las dimensiones de los túneles y no en los trenes. Las vías de ancho métrico del norte de España llevan sin inversiones importantes desde el s. XIX; se trata de vías únicas sin electrificar, diseñadas originariamente para trasladar minerales y otras mercancías y no tanto para pasajeros. (¿Les suena de este paralelismo?) Así, en la actualidad, un trayecto de apenas 100 km como podría ser un Bilbao – Santander se recorre en coche en una hora y en tren, en tres. ¿De verdad el principal problema es si los trenes son más grandes o más pequeños? ¿Nadie se plantea mejorar las vías (y los túneles)? No hace falta ser muy avispado para entender la crítica que subyace bajo estas preguntas retóricas.
Si los trenes de Ancho Métrico circulan a una media de 40km/h, igual hay que invertir en mejorar la infraestructura, y hacer que rueden cabezas si, en un tiempo prudencial, la cosa no mejora. Tal vez aquí debería ocurrir algo parecido; en cambio, no dimite nadie por que pase el tiempo y sigamos sin nuestro Tren de Cercanías. Ocho años de tripartito PSOE-Compromís-UP en el Ayuntamiento, cuyos mismos colores gobiernan en Valencia y Madrid, el tren no llega y aquí no dimite nadie. Curiosamente, la última noticia que hemos recibido del Gobierno de España es que las vías entre Valencia y Castellón están muy saturadas, y por eso el servicio a El Puerto de Sagunto «no cabe».
¿Les suena?