A menudo cuando desde la ciudadanía reclamamos cualquier propuesta que pueda conllevar una mejora de nuestras vidas, la respuesta de la clase política suele ser «eso no se puede llevar a cabo», «eso no es competencia mía» o incluso el mítico «es que eso no es viable». Cuando se demanda la misma proposición por parte de algún partido político, los apelativos con frecuencia se acercan más a «populistas» o incluso se les tacha de «buscar la confrontación».
Nosotros tenemos fortuna (lo hemos de reconocer) y, en nuestro municipio, el Ayuntamiento de Sagunto no es dirigido por el tipo de políticos citados arriba. Ellos directamente ni responden: son más de ignorar, obviar y guardar silencio hasta esperar que las aguas se calmen y pase el temporal, anhelando que se nos olvide aquello a lo que optamos.
Resulta ser, (¡vaya por Dios!) que tenemos a escasos 500m del barrio San José un vecino incómodo, un pequeño, pero revoltoso municipio, que con solo 6.500 habitantes demuestra que la gestión, en este caso de las bibliotecas municipales, puede ser bien diferente a la de aquellos que administran el sexto pueblo con más censados de la provincia de Valencia. La comparativa es arrolladora y nos deja, a los porteños, directamente ridiculizados. Los caneteros disponen de su sala de estudio abierta durante 16h ininterrumpidamente de lunes a viernes. Los porteños, en cambio, nos conformamos con 14h (y descansando por la fuerza 2h para comer y 1h para cenar, no sea que nos atragantemos de estudiar tanto). Cuando llega el sábado, los vecinos al norte del Delta abren su biblioteca media hora antes que la nuestra y la mantienen disponible hasta que el reloj toca medianoche. En nuestro Centro Cívico, de nuevo, madrugamos menos y nos vamos a casa 4h antes. Para no saturarnos con tanto libro, claro. Y parando a comer, claro. Los domingos, mítico a estas alturas: cerrado a cal y canto en nuestro pueblo; mismo horario que el sábado en Canet d’en Berenguer.
En resumen, allí, en Canet, se puede estudiar durante 109 horas a la semana. Aquí, en El Puerto, durante 78 horas. El resultado: la friolera de 31 horas menos a la semana. ¿Por qué este menosprecio hacia los estudiantes porteños, y más cuando lo llevamos solicitando formalmente desde febrero de 2018? Ya saben la respuesta: mejor guardar silencio.
Mario Cereceda Núñez
Miembro de Jóvenes Porteños