Acaba el verano y, con él, el tercer y penúltimo año de legislatura. Se pueden sacar muchas reflexiones acerca de esta pero, sobre todo, muchos aprendizajes y más que necesarios, si es que ya lo dijo Cicerón ‘‘de hombres es equivocarse; de locos, persistir en el error’’.

  Entramos en una nueva recta, llena de optimismo, de mejoras, de cambios y, sobre todo, de ganas. Si reflexionamos sobre el tercer año, ha sido una trayectoria para aprender -sobre todo para ello- y para ver toda la evolución que hemos tenido en el transcurso del tiempo.

  Es de tener en cuenta que ha sido una legislatura bastante complicada, diferente, y en la que se han tenido que afrontar diferentes situaciones adversas, entre ellas la principal que ha sido esta pandemia, que supuestamente nos iba a hacer mejores, pero se ha quedado por el camino. No obstante, ha habido muchas ventajas como el teletrabajo, que nos ha permitido conectarnos desde diversos lugares en tiempo, aunque cabe destacar que aunque todo se haya ‘‘internetizado’’ -permítanme inventarme la palabra- lo único que perdemos es ‘‘el encuentro’’, que es todo.

  Hemos sobrevivido -y seguimos- a la nueva normalidad aunque perdiendo muchas costumbres, como por ejemplo, la eficacia. Hemos aprendido a usar más las tecnologías que nunca para muchas gestiones y trámites. Hemos avanzado a pasos agigantados convirtiéndonos en los nuevos magnates de las redes sociales, usadas ahora más que nunca para mostrar el mundo el verano que estamos viviendo ahora ya que se puede salir.

  Y, además, comenzamos viviendo nuevas situaciones, como las fallas en pleno septiembre, algo insólito que recordaremos por el resto de nuestras vidas y que transmitiremos de generación en generación. Ahora vamos hacia delante, con todo lo que nos queda y por todas las situaciones que nos quedan. Adelante, siempre proa a la mar.

Carolina Fuertes Gallur

Concejala de Iniciativa Porteña