¿Quién no ha oído la expresión QUE LEY MÁS INJUSTA ? Desgraciadamente en el mundo en el que vivimos Ley y Justicia no son palabras sinónimas. Si ambos términos fueran idénticos esta expresión no tendría sentido. Toda ley sería justa sin más.
Y eso es así porque las leyes son creaciones de las personas, y muchas veces obedecen al afán del político de turno de querer dejar su huella personal en la historia, o a motivaciones personales, o partidistas, o a intereses de grupos de presión. Por eso las leyes cambian tan a menudo como cambia nuestra clase dirigente y son tan numerosas como numerosos son los políticos y las asambleas legislativas. Podemos encontrar muchísimos ejemplos de este carácter cambiante de las leyes, de cosas que hoy son legales y ayer mismo no lo eran, y al contrario, cosas que ayer eran legales y hoy no lo son. Y para complicar aún más las cosas, puede suceder que en un lugar sean legales pero unos kilómetros más allá no lo sean (pasando de una comunidad autónoma a otra por ejemplo).
La Justicia en cambio es el resultado de generaciones y generaciones de personas conviviendo en sociedad con sus normas escritas y no escritas pero sabidas y transmitidas de padres a hijos, prácticamente inalterables con el transcurso del tiempo. Todo el mundo “siente y sabe” lo que es justo o no. La Justicia es la virtud por la cual todo el mundo tiene como guía la verdad, aquello que se tiene que hacer según la razón.
La Justicia pertenece no ya a un grupo de hombres en un tiempo y lugar determinado, pertenece al Hombre en mayúsculas, como especie humana. Y como consecuencia de eso el sentimiento de Justicia apenas cambia porque realmente el género humano apenas cambia. Por contra las leyes transmutan, se contradicen, se anulan, se superponen, y además a una velocidad de vértigo.
¿Y qué tienen que ver esta disertación con el título de este artículo, la segregación de El Puerto? Permítame el lector más avezado que desarrolle el siguiente símil.
El sentir más profundo de una mayoría de porteños es el sentimiento de pueblo, un pueblo distinto al de Sagunto, ni mejor ni peor pero distinto. Un sentir manifestado generación tras generación, sin importar el color político, edad, sexo o religión de las personas que lo apoyan. Es inalterable en el tiempo, permanece ahí, a la vista de todos, desafiante, orgulloso, sustentado por miles de ciudadanos y por la memoria de los que ya no están con nosotros, con la dignidad y fuerza que solo da la razón, la Justicia.
Contra ese sentimiento se han creado a lo largo del tiempo y ex- profeso informes municipales negando la realidad, leyes autonómicas que nacen de repente y claramente orientadas hacia un objetivo concreto, planes urbanísticos pensados contra una causa y en contra del sentido común. Son ejemplos de aquellas leyes que decíamos creadas por el político de turno, para su beneficio concreto y cortoplacista. Pero las leyes mueren, es ley de vida, ya se encargan los políticos de cambiarlas, pero la Justicia permanece inalterable en el tiempo.
Por eso la Segregacion llegará. Ningún político con sus leyes-trampa temporales y cambiantes podrá pararla. Es cuestión de algo más profundo e intemporal que un puñado de leyes, es cuestión de JUSTICIA.
Juan A. Guillén Juliá
Concejal de Iniciativa Porteña