Las últimas informaciones sobre los famosos repuntes indican que la mayor parte de los contagios de esta segunda oleada (o últimos coletazos de la primera, como lo queramos llamar) se están produciendo entre la gente joven, especialmente durante la vida nocturna.
Es natural que, ante la inconsciencia de algunos pocos, las autoridades tomen decisiones para intentar frenar los contagios. Es su deber y los ciudadanos en general lo aplaudimos. Lo que no es de agrado, por absurdamente desproporcionado, es matar moscas a cañonazos: cortar el acceso a nuestro pueblo por el Sur es una barbaridad que pocos entendemos. La zona del Pantalán – Malecón de Menera (la curva, en jerga juvenil) es, de facto, uno de los dos caminos para acceder al núcleo porteño si venimos desde Valencia o desde la V-23 / A-23 / AP-7 (dicho de otra forma: vengas casi de donde vengas). La lógica municipal parece indicar que, si vives en la zona de la playa y quieres volver a tu casa entorno a media noche, tienes que ser adivino y prever que el último tramo de tu recorrido estará cortado (y, por supuesto, sin avisarlo en ningún sitio, como no podría ser de otro modo). ¿Tanto cuesta avisarlo en la salida de la V-23? O mejor aún, ¿qué tal si no cerráis la curva y controláis que los vehículos no se paren para hacer cosas indebidas?
Cortar un acceso principal es desmesurado, empeora la vida de los ciudadanos y, lo peor, no evita que los jóvenes se agolpen. Eso de matar moscas a cañonazos se ha demostrado fallido, a tenor de las colas que se amontonaron el mismo día para acceder a la discoteca vecina.
Mario Cereceda Núñez
Miembro de Jóvenes Porteños