ATROPELLOS, IMPRUDCENCIAS Y UN AYUNTAMIENTO AUSENTE – Mario Cereceda (Jóvenes Porteños)

Leía hace un par de días en la prensa local la noticia que describía los dos atropellos que habían tenido lugar en la avenida Mediterráneo de nuestro pueblo. Si uno quisiera analizar los motivos de los accidentes, el resultado que obtendría daría miedo: obtendríamos un sinfín de factores que, sumados, realmente conllevan que nos cuestionemos qué tipo de ángel de la guarda nos protege cuando los peatones queremos cruzar esta avenida.

Cuando la Vuelta Ciclista acabó en El Puerto, muchos observamos atónitos cómo desaparecían «por arte de magia» los pasos de cebra sobreelevados, y, dos años después, no han vuelto a nuestras calles. Cabe, pues, preguntarse si el criterio adecuado respecto a la seguridad es que haya o que no haya estos resaltos: sea como fuere, la conclusión es negativa. ¿Qué criterio siguen los responsables de seguridad? Si consideran que los pasos sobreelevados han de estar, ¿por qué no han vuelto a su sitio? Si, por el contrario, creen que la seguridad no los requiere, ¿por qué los vecinos tenemos que esperar a que venga un evento como la Vuelta para que nos los quiten?

Sin ser un experto en seguridad vial, considero que los badenes de disminución de velocidad son necesarios, sobre todo en una avenida tan transitada por coches y peatones como es de la que hablamos. Posiblemente unos resaltos menores que los que había antes, sí, pero que fuercen a los conductores «despistados» a darse cuenta de que circulan por una avenida con gran afluencia de personas, especialmente en verano, que pasan su tiempo de ocio en la playa, en las terrazas y en general paseando por esta zona.

Por otra parte, uno se pregunta si es normal que la calzada esté tan mal iluminada, más, insisto, siendo una arteria principal en esta época del año. Las palmeras ocultan parte de la luz de las farolas y crean zonas de sombra en las que un conductor casi debe intuir la silueta del peatón que se dispone a cruzar.

Además, tampoco hay que exculpar a los conductores y a los propios viandantes: los primeros generalmente circulan demasiado rápido, estacionan con frecuencia en doble fila, creando un caos innecesario, y no son conscientes de las consecuencias que implican ambos actos; los peatones, por su parte, tienden a cruzar por donde no deben, es decir, fuera de los pasos de cebra. Todo esto, por supuesto, ante la ausencia completa de un Ayuntamiento incapaz de reestructurar la avenida en la que se desarrolla la mayor parte de la actividad turística del municipio.

Mario Cereceda
Integrante de Jóvenes Porteños

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