El pasado miércoles se acercaron desde Valencia, dos buenos y admirados amigos, Carlos Pajuelo y su esposa. Me voy a centrar más en Carlos, con el que pude compartir una extensa conversación; él, es un conocido columnista del diario Las Provincias, con un extraordinario currículum como periodista, no solo en el mundo de la comunicación, sino también como docente en la Universidad.
Carlos es un hombre polifacético destacando que ha publicado diferentes novelas. Ahora mismo está inmerso en el desarrollo de otro de sus libros, en el que su protagonista, por avatares del destino viaja hasta El Puerto durante la guerra civil. No voy a entrar en la trama de este relato, pero ya les anticipo que es muy interesante e intentaremos que, a parte de la presentación en Valencia, donde habitualmente Carlos presenta sus trabajos, también tengamos la oportunidad de que haya una segunda exposición de su libro, en este caso en nuestro pueblo.
Durante su visita, tuvimos la oportunidad de visitar el Horno Alto, donde hablamos de diferentes detalles sobre el trabajo que se desarrolló en ese lugar y la siderúrgica que lo rodeaba. Luego seguimos departiendo sobre diferentes detalles de nuestra historia como pueblo, que, si nadie lo remedia, se perderán con el paso del tiempo.
Lo cierto es que Carlos Pajuelo me demostró tener un gran conocimiento de algunos pasajes de nuestra historia, con preguntas fundadas sobre detalles que difícilmente conocerán la mayoría de los habitantes de El Puerto. No pude evitar comentarle que cada semana escribo una columna en El Económico, explicándole que, en ocasiones me resulta difícil encontrar el tema a desarrollar.
Así fue como me indicó que tenía bien fácil la temática de mi próximo artículo, concretamente este que ustedes están leyendo; ante nuestros ojos teníamos todo un pueblo, con una identidad e historia que explicar, un conjunto con suficientes elementos como para despertar la curiosidad de nuestros visitantes. Desde luego, Carlos mostró su interés por volver otro día a visitar con mayor detenimiento nuestro patrimonio industrial, lo cual para mí, como porteño es un halago, viniendo de una persona que conoce con detalle muchísimos lugares.
Efectivamente, mientras le explicaba algunos de los detalles que se podían observar desde el Horno Alto o mientras departíamos en nuestro breve paseo o en la comida posterior, pude comprobar el montón de anécdotas que guardo, que guardamos muchos porteños en nuestra memoria colectiva. Y esa memoria tiene un valor incalculable para aquellos que queremos preservar la identidad de El Puerto. Y, tal y como me hizo ver, tenemos un patrimonio y una historia que merecen ser preservados, que merecen el cuidado y exposición para ser visitados, que merecen el respeto de las instituciones, pero sobre todo merecen ser reconocidos por nuestros vecinos, los más jóvenes que los desconocen y los más mayores que lo atesoran en su interior.
Atentamente:
Manuel González Sánchez
Un ciudadano que ama a su pueblo: El Puerto