La semana pasada leía con atención en este semanal el artículo de Miguel Álvarez Lozano. Casi siempre lo hago, me gusta conocer su opinión sobre los distintos temas que afectan a nuestra sociedad, muy especialmente cuando se refiere a temas locales. Su prosa es fluida y casi nunca deja indiferente a nadie.
En su última columna hacía mención a la concentración realizada ante el Reloj Solar del paseo marítimo (que sigue sin cable que marque las horas después de no se sabe cuánto tiempo), en un acto reivindicativo y como símbolo visible de la desidia que sufre nuestro pueblo. Enumeraba una retahíla de cosas sin acabar o por empezar como la Nave de Talleres, el recinto de la Gerencia, el Pabellón Deportivo del cementerio, el Tren de Cercanías, el Pantalán, etc. Y aún se quedó corto.
Finalizaba por último haciendo un llamamiento a los porteños para que (y cito textualmente) «nos quitemos de encima los complejos, que no nos paralicemos ante el temor de que te llamen segregacionista por reivindicar cosas tan evidentes como necesarias para nuestro pueblo, que lo normal es exigir los servicios y prestaciones por las que estamos pagando».
Pienso que Miguel Álvarez ha dado en el clavo, la sociedad porteña tiene una especie de complejo de inferioridad que le está impidiendo exigir lo que le corresponde, ni más ni menos. Complejo incluso en identificarse como porteños, pues al fin y al cabo no somos pueblo como tal. Cuando vemos como las inversiones en este municipio dual no son con arreglo al número de habitantes de cada población, que no hay equidad, que en el mejor de los casos el reparto es uno a uno, o cuando la actividad cultural y de ocio (promovida por el ayuntamiento) se decanta de manera descarada hacia las faldas del castillo, nadie levanta la voz, ni siquiera los concejales o simpatizantes porteños de los diferentes partidos políticos; nadie salvo Iniciativa Porteña claro está. Hay una especie de conformismo, un agachar la cabeza ante la milenaria Sagunto, no sea que alguien se enfade y nos resten lo poco que recibimos, o no nos salgan los números para continuar o seguir en el poder. ¿Es qué no se dan cuenta que somos mayoría y debemos hacer valer nuestro peso? ¿O es qué por encima de todo se impone la norma del partido que al segregacionismo ni agua? Porque saben bien que dar a El Puerto lo que le corresponde, es apoyar al fin y al cabo las machaconas tesis segregacionistas sobre lo injustamente que reparte esta administración municipal en todos sus ámbitos.
Ejemplos nos sobran, el último y más sangrante es el del Tren de Cercanías, proyecto auspiciado desde IP, en el que ni unos ni otros dan el paso definitivo, a pesar de haber tocado o tocar en estos instantes el poder en las más altas instancias autonómicas y estatales. Porque claro, tener mayor independencia en infraestructuras es un paso más hacia la independencia municipal, y eso no se puede consentir.
Mal anda una sociedad que se queda con lo peyorativo de la palabra segregación sin exigir sus derechos, sus servicios, sus inversiones, sus infraestructuras, su Patrimonio, y en definitiva tener una administración propia y cercana, que no es ni más ni menos que lo que buscamos muchos porteños desde hace muchos años. Un ayuntamiento propio donde los partidos defiendan su pueblo sin complejos ni arbitrariedades y sin tener que hacer juegos de malabares a ver dónde invierto los recursos sin molestar al otro pueblo.
En definitiva nuestra sociedad debe dejar de contemplar impasible como se olvidan de su pasado y no se vislumbra un futuro.
Sergio Paz Compañ
Concejal en el ayuntamiento de Sagunto por imperativo legal